lunes, junio 14, 2004

De paranoia y esquizofrenia

(2004-06-14)

Dice el Diccionario didáctico Océano que paranoia es una figura psíquica que corresponde a la "perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas", mientras que la esquizofrenia se refiere al "trastorno de la personalidad caracterizado por la escisión de las funciones afectivas e intelectivas".
Recuerdo esto porque el jefe de Gobierno del Distrito Federal o lo hace de forma premeditada, porque ya se le acabaron los recursos para explicar las irregularidades, incapacidades y actos corruptos dentro de su gobierno o comienza a tener perturbaciones severas de carácter mental.
Resulta que ahora todo lo que huela a reclamo social, denuncia pública y privada sobre la corrupción en los actos de gobierno de él y sus colaboradores, es un complot.
No hay más. Es perseguido. El jefe de Gobierno no tiene qué le reclamen. Sus funciones públicas son impolutas y todo aquel que ve otra tonalidad, conspira contra él para cerrarle el paso a su candidatura para la presidencia de la República en 2006.
Sin embargo, lo que se ve en Andrés Manuel López Obrador es a un líder político manipulador frente a la gente poco informada y carente de cultura política, con una personalidad mesiánica que pretende alcanzar una especie de ubicación como semidiós, con una actuación antidemocrática frente a las instituciones que lo perfilan como autoritario y, además, ahora se coloca como víctima de un peligroso delirio de persecución.
A su lado, Alejandro Encinas, que parece uno de sus más mesurados colaboradores, también perdió la cordura y la serenidad. Y metió a su jefe en el último de sus deslices. Encinas acusó al PAN, al grupo de extrema derecha El Yunque y a Televisa, "de sumarse a una campaña" contra el gobierno de López Obrador.
Pero el jefe de Gobierno no quiere ver que el reclamo social es de la gente que no puede manipular por 700 pesos mensuales. De la gente que sufre la delincuencia en la ciudad.
Ha emprendido también una campaña en contra de los medios críticos a su gobierno de ser copartícipes del complot en su contra. A decir de sus colaboradores, no desea ver lo publicado en La Crisis en la síntesis matutina de prensa porque "quiere iniciar el día sin hacer corajes", además de que ha puesto en duda el profesionalismo de nuestro director Carlos Ramírez. En días pasados se ha manifestado de manera reiterada en contra de La Crónica y tampoco ha dejado de criticar la labor informativa de Televisa, a quien también implicó en el complot anterior por el asunto de Gustavo Ponce Meléndez.
Sin embargo, una muestra de sus errores la dio ayer cuando aceptó haberse equivocado al respaldar el reclamo de Encinas.
"Y también quiero decir, lo digo de manera respetuosa, en el caso de Televisa, que si Alejandro Encinas dio a conocer un punto de vista, pues es un derecho, yo creo que en Televisa nos va a entender porque todos tenemos derecho a expresarnos, ya pasó el tiempo que no se podía tocar al intocable, todos tenemos que expresarnos, puede ser que no se tenga la razón, pero eso no tiene por qué cuestionarse o verse como una afrenta, tenemos que aprender también a ser tolerantes, todos nos equivocamos, yo no sé si hay alguien que no se equivoque, que es una especie de Sumo Pontífice y que no comete errores".
Esta marcha atrás significa la aceptación de un error. Al aceptar que se equivocó pone en juego su credibilidad por un motivo muy práctico: conoce el poder de la empresa televisora en el ánimo de la gente.
Pero este error tendrá un precio, y ese precio será pagado por Alejandro Encinas, a quien seguramente relegará de los micrófonos en sus ausencias. Ya no veremos declarar a Encinas. Si no, al tiempo.
O ¿es que también su colaborador le estará preparando un complot, aliado a quienes lo quieren tumbar de la candidatura?

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